Norman Briski: “El teatro, como toda actividad artística, tiene una vinculación con el poder, y en general hay una entrega hacia él”

Nota original en revistaruda.com
El reconocido actor y dramaturgo dirige Maxidonio -de Vicente Muleiro- una obra que recapitula los últimos días de Macedonio Fernández, un escritor inclasificable que supo influenciar a Borges y generar un halo de misterio y lucidez en la cultura argentina.
Por Pablo Pagés. Videos: Ayelén Rives.
“Quien experimenta por un momento el estado de creencia de no existir y luego vuelve al estado de creencia de existir, comprenderá para siempre que todo el contenido de la verbalización o noción de ‘no ser’ es la creencia de no ser”
Macedonio Fernández
Dramaturgo, actor, docente y muchas otras cosas que se dejan ver cuando uno entra en su teatro trinchera que se llama “El Calibán”, calle México 1428. Cuando uno llega, toca el timbre y camina al fondo de un pasillo largo. Ese espacio era un antiguo edificio de producción de bienes y servicios. Por eso este lugar es una demostración de lo que significa la transformación de antiguos lugares en espacios donde se fomenta la producción cultural en todos sus sentidos.
Norman tuvo su paso, de joven, por el teatro callejero. Marcando fuertes improntas políticas y culturales, cuando esta actividad era un peligro o gesto de lucha contra una Argentina que dejaba su furia y exterminio con la sangre de los que intentaban decir algo a través del arte. Admiro de Norman su fuerza y sus ideas. Yendo y recapitulando los pasos más sórdidos de los comienzos de esta historia, que se manifestó entre los movimientos libertarios de comienzos del siglo pasado hasta las ignominias de una oligarquía que aún sigue tras bambalinas tejiendo un poder que es demencial y cruel.
Esta obra, Maxidonio, urdida entre Vicente Muleiro y Briski, indaga de forma magistral sobre los últimos días de Macedonio Fernandez. Todo el despliegue escénico se convierte en una gran metáfora de uno de los escritores más controversiales de su época. También al que Borges decía ser su amigo y confesaba haberle robado algunas de sus ideas. La disrupción de Macedonio implicó en las letras de nuestra historia la posibilidad de pensar la literatura desde un lugar que divagaba entre el sinsentido y la feroz necesidad de escupir sus palabras con la fugacidad del absurdo paso por este mundo.
¿Tenés algún referente en tu familia que tenga que ver con la cuestión artística? ¿Cómo terminaste decidiéndote por el teatro?
Nací en Santa Fe, soy hijo de inmigrantes. Mi madre es ucraniana. Y mi papá de Bielorrusia. Fui a la Escuela industrial, porque era la época de Perón, el primer Perón. Muy linda la infancia en Santa Fe, no tan linda en Córdoba. Después, cuando me recibí, trabajé de técnico electromecánico, tenía esa manera de entretenimiento. Ahí tenía el primer grupo de teatro “Siripo” en Córdoba, que todavía algunos de ellos viven.
Mi familia tiene antecedentes artísticos, Berta y Paulina Singerman. Y mi padre también de cultura comunista, judaica. Entonces ya veía teatro de chico. Iba a doble escolaridad. Y en la escuela industrial me parece que fue la manera de acercarme a nuestra clase trabajadora, y aún hay una vinculación muy fraternal con ese tiempo, en una Córdoba del “Cordobazo”, en ese momento muy industrializada.
Años después fuimos parte de “Sitrac-Sitram”, una organización obrera donde nosotros teníamos voz y voto como grupo de teatro, el Grupo Octubre. Y de ahí hice un cortometraje, después fui becado al Fondo Nacional, agarré un poco el conservatorio y empecé a trabajar, gracias a María Elena Walsh en ese tiempo, en televisión, y así sucesivamente.
Esas sería las raíces o la genealogía muy intensa de niño y de adolescente. Después, el servicio militar. Ahí escribí una obra que se llamaba Verde Oliva, sobre las vicisitudes de lo que significaba el ejército en ese momento.
Hubo un acercamiento muy fuerte tuyo a lo que era el teatro callejero, porque de alguna manera el teatro callejero es lo que nos hace falta ahora, o sea, ocupar el espacio público. Contame de ese acercamiento.
Ese es el Grupo Octubre que trabajaba. Es el 70, 69 hasta el 72 que se armó todo el lío, ¿no? La persecución y el exilio. Pero el teatro popular yo lo hacía en Córdoba, también fui de gira por La Rioja, Catamarca, en las plazas. Era mimo, hacía todo sin palabras y había una maestra o dos maestros que me enseñaron el arte de la pantomima, que eran María Escudero y Juan Carlos Gené, que habían estado en Francia. Osvaldo Bonet que también había estado en las técnicas de Marcel Marceau, en aquella época. A los 20 años fui a Nueva York a estudiar al Actor Studio también con Decroux, el maestro de todos los mimos famosos de aquel tiempo.
¿Hay una mecánica distinta de laburo del actor que está en Hollywood, por lo que significa el cine para ellos, del actor que hay acá? ¿Puede ser?
Bueno, sería casi una tesis de trabajo, pero yo pienso que los actores argentinos somos todos hijos de las películas norteamericanas, con algunas cosas que parecieran rioplatenses, que sería la influencia del teatro español o del teatro italiano, pero nosotros somos, por lo menos yo, un hijo de todas esas películas que vimos de adolescente, de jóvenes, ¿no? El “tecnicolor”, digamos.
Y eso viene de una misma raíz, aunque parezca mentira. Si hiciese una tesis sobre lo que serían las estéticas comparativas… Todo viene de Rusia. Porque la Revolución Rusa es la que estableció técnicas del teatro: Stanislavski, Vakhtángov y otros. Son los que por razones del judaísmo perseguido, por el estalinismo, se fueron de Europa a Estados Unidos e hicieron Hollywood. Todo eso es muy ruso en términos de técnica de la actuación.
“Los actores argentinos somos todos hijos de las películas norteamericanas, con algunas cosas que parecieran rioplatenses, que sería la influencia del teatro español o del teatro italiano, pero nosotros somos, por lo menos yo, un hijo de todas esas películas que vimos de adolescente”.
Los formalistas.
Claro, y los maestros del teatro de aquel entonces ya eran muy influenciados no solamente en el teatro, especialmente en el teatro, pero en la literatura también. Mark Twain u otros escritores han tenido la base de los cuentistas rusos.
Me parece que viene por ahí, y después vienen las distorsiones que hacemos siempre, que algo de los pueblos originarios quedó, entonces hay un cierto folklore, hay ciertas maneras entre comillas de esa Argentina. Que sé yo cuál será, pero hay mucha carne, probablemente, o el fútbol. Me parece que hay algunas características nacionales y populares.
Creo que el peronismo es quien de una forma dice “uy, esto parece ser lo que somos cierta mayoría”. Que antes era atacado por los conservadores como Roca, que iba con una vaca a la feria de Inglaterra en el barco. Llevaban una vaca para comerse en el viaje y alguna para ponerla a disposición. Y estaba la visión de que nosotros teníamos que ser ingleses o franceses o algo así, una fiebre europeizante que nunca terminó. Ahora, digamos, tenemos otra vez la colonia, con el virrey.
Entonces, este país se ha debatido y consecuentemente su cultura, como Discépolo, ya buscando algunas raíces, con algunas cosas del inmigrante, especialmente en los momentos críticos. Donde aparece otra vez una idea de quiénes somos, y en que lo mejor sería su mestizaje, ni siquiera cósmico. Un mestizaje gracioso, incluso en contra de los mapuches a esta altura. Que da vergüenza, pero bueno, eso es lo que es lo que supimos conseguir, porque este país ha sido conquistado a partir del ejército que mata a indios y se lo entrega a una casta española, y si se quiere, entonces, quedan esos rasgos colonizadores.
Por eso este lugar se llama Calibán, que sería la obra de Shakespeare, de él y el indoamericano. De eso hay cierta influencia. Yo todavía soy muy curioso en subir a un colectivo y ver que el 20 o el 30% son de pueblos originarios. Los que toman ómnibus, que van a pie. Cuando te enterás que en el Tigre llegaron los guaraníes que estuvieron ahí nomás, pero bueno… Todo eso está olvidado, y en general teñido, porque los que tienen aspectos indios se visten de blanco o se blanquean, con raras excepciones.

Lo que veo en tu teatro es que en muchas obras que he visto hay una ideología que las cruza, que tiene que ver con los pasajes de estos últimos dos siglos, ¿viste? Con la Revolución Industrial, Rosa Luxemburgo, con un montón de cosas. Y ahí uno podría decir que se va a encontrar con toda una catarata ideologizante, sin embargo no, le encontrás la vuelta, como en esta obra con Vicente Muleiro, para que sea muy entretenida y te haga remitir a esa época.
Estás en el clavo, porque cuando se toma una cosa revisionista, en general la gente tiene muy poca oreja para escuchar lo que pasó en estos siglos. Entonces, hay que buscar gráficas -que algunos pueden acusarme de entretenimiento-, buscar un entretenimiento para una revisión, ¿no? Que en general está en los libros, qué sé yo, Felix Luna u otros historiadores. El teatro tiene algo divino, que una cosa que podría estar en el museo, como los próceres, se bajan de la estatua. La estatua, nosotros la bajamos y va a mear o qué sé yo.
Y la propuesta de Rosa era que un argentino la conoció, entonces lo buscamos, que habrá pasado. Porque es todo inventado, y con eso divulgamos ideas, como ahora con Macedonio Fernández que escribió Vicente Muleiro.
Macedonio es el ejemplo de la creatividad, de la ocurrencia. Casi casi te diría, un homicida de la solemnidad. Entonces, a la Argentina le viene fenómeno todo eso. Entonces, lo buscamos a él como las pocas cosas que tienen vitalidad en el pasado próximo. Hacemos a Macedonio, que está con Borges ¿no? Y Borges como nosotros lo tenemos, como el único eterno (es un chiste). Entonces, el eterno se dio cuenta que Macedonio era divertido, amigo del padre.Y este lo rescata. No creo que nadie pudiera hablar hoy de Macedonio, si no hubieses tenido la agencia de publicidad de Borges.
“Macedonio es el ejemplo de la creatividad, de la ocurrencia. Casi casi te diría, un homicida de la solemnidad. Entonces, a la Argentina le viene fenómeno todo eso”.
A mí me resultó impresionante cómo lo imita Borges, porque para mí es uno de mis preferidos. Y también esa amistad o ese afecto que tenía Borges por Macedonio, porque hasta incluso Borges mismo decía que le había robado cosas a él: ideas, palabras; porque Macedonio más que absurdo, era un tipo que estaba absolutamente lúcido de lo que estaba pasando.
Bueno, con ciertos duelos que hace, que era una lucidez de aproximación a la muerte, ¿no? Pareciera que necesitamos estar ahí para hacer cosas nuevas. Había que tener un un tercer ojo. Una muerte cercana siempre.
Creo que Pavlovsky habla de eso, ¿no? Que una persona que está cerca de dejar de vivir podría tener ocurrencias que no tuvo nunca. A no ser que se ponga a llorar y preguntar “dónde está mi mamá”.Yo considero que voy a llorar así, tratemos de ahorrarle esa escena a mí y a los demás.
Vamos a esa escena que yo cada vez que la veo me muero de risa y siempre trato de buscarla en internet de La Fiaca. Cuando no querés ver el despertador. Es terrible.
Eso pasa con cierta sensibilidad, también como negación de que Argentina tenemos hoy. Una manera de decir, “che, ya no tengo tantas ganas de ser argentino”. Tampoco uruguayo, eso seguro. Pero hay cosas que pasan, que vos empezás a decir “estoy caminando por la calle y el que va delante y el que va atrás también votaron por este entretenido e histérico economista.” Sí, hay varios de esos.
Yo creo que acá el tema también -yo soy atrevido en decir- es que se ha elegido algo como el milagro de relacionarse con el imperio, a ver si ligamos algo. Y nos parece una buena fórmula, pero no ha tenido éxito en ningún lado. Y la complicidad civil… Pero nadie habla, porque no se puede hablar mal de la democracia, y no se puede hablar mal del pueblo.
Después también está esa ilusión que nosotros somos culpables, ¿no? “La Argentina tiene lo suyo”. Y entonces empezaba a pensar nada más en el desfile de presidentes que tuvimos y decis, “¿dónde estoy?” Que no me di cuenta que es un país conservador y que de vez y cuando hay un eructo social, que son lo más lindo que ha tenido esta historia.
¿Tu relación con el peronismo?
No, hoy yo no soy más judío, no soy más peronista, me falta decir no soy más hincha independiente, pero ahí me cuesta, porque veo la camiseta. Pero no puede ser que uno esté eligiendo solo por una camiseta. Es duro este momento. Yo creo que hay gente que se ha muerto porque no aguantó más al ver qué es esto. Y uno es más tonto o más duro, más sonso, entonces ve la luz en el camino. Comprate una linterna.
Está más duro también el pueblo para bancar lo que se está bancando.
Me parece que también no hay una alternativa, por eso ponemos a Macedonio, ¿no? La alternativa es por lo menos burlarse, por lo menos tener capacidad crítica. No tenemos fuerza y nos da la impresión de que el músculo está durmiendo. Como se dice: tu músculo duerme, la misión descansa.
“Me parece que también no hay una alternativa, por eso ponemos a Macedonio, ¿no? La alternativa es por lo menos burlarse, por lo menos tener capacidad crítica. No tenemos fuerza y nos da la impresión de que el músculo está durmiendo”.
El diálogo con tu mujer en La Fiaca que te dice, “bueno, pero vos por lo menos tenés un aguinaldo, descanso”. Ella se pone en la posición de todos los beneficios de estar en blanco, que esto que lo otro, y vos no querés saber nada.
También era machista ponerla a la mujer en la alienación y a mí como rebelde. Esa obra está vieja. Y yo también. Está bien. Debe ser reescrita, no sé. Yo les dije, si vos me cambiás el final y la señora es la que sale a la calle y no sé cuánto, vamos a hacerla.
Y ya estamos medio caraduras de decir lo que pensamos. Tal vez por menos miedo a morir y eso. Hicimos lo nuestro, que sé yo. Pero yo sigo haciendo las cosas acá, vengo y la paso fenomenal.
Lo que me llamó la atención siempre de Calibán es que tiene dos pisos. Pero aparte los dos pisos tienen juguetes, o sea, tienen las tribunas de determinada forma, y abajo hay como un túnel que podría ser una zona de taller mecánico. Hay un juguete por ahí que de vez en cuando se usa y cosas que se van armando, como que sos muy manual en la invención.
Tendría que hablar de la espalda que tengo, pero no soy yo, son los que tengo acá (en el Calibán). Son muy buena gente, muy linda gente. Y uno miró que no sé dónde había un vehículo en la playa, entonces vamos hacer una cosa de Ugarte, que tenía esa cosa liviana de que iba a caballo.
En cambio, la otra es la pretenciosa de Rosa Luxemburgo que tiene el globo terráqueo. Nadie lo entiende eso, pero a mí me gusta pensarla. O sea yo tengo gente muy linda acá, Guillermo el que hace la escenografía, es un inventor. Soy como la película de Fellini, que está el director y que inventa una torre y cuando la ve dice, “¿eso dije yo? Que la meta debajo de la mesa igual.” Yo digo cosas, dibujos. Soy un niño al que lo cuidan, porque después laburan ellos.
Pero bueno, el Tata hizo una enorme aporte, la Gambaro también, solita, gente que hemos tenido. Y habrá otros, pero yo no voy a ver teatro hace como 11, 12 años. Cine menos. Algún partido de fútbol.
Ricardo Piglia, cuando hace un resumen de los escritores argentinos lo nombra a Macedonio, y la relación que tenía con Borges.
Sí, gracioso. Hay que pensar siempre cuando hacíamos la puesta que yo les decía “hay que pensar que a Borges no le resultaba un tipo que iba a competir con él.” Eso es cierto, porque como nunca escribió un libro… 20 prólogos y no escribió ni un libro o escribió uno que no trascendió. No es Marechal, digamos.
No, pero él lo escribía con otro sentido que la mayoría de los escritores.
Él (Borges) se acercaba a los vividores, porque le costaba mucho su clase, es una clase cerradita, ¿no? Esto le permitía irse hasta Haedo y ponerse en un bar a charlar con Macedónio.
¿Cómo entendés vos el tema del teatro pasando diferentes ciclos políticos? ¿Pasa un ciclo político que tiene determinadas características y vos te ponés de determinada forma para pegarle o de última hacer una contrahegemonía o eso surge porque es una reacción que tenés como artista ante semejante brutalidad?
El teatro como toda actividad artística tiene una vinculación con el poder y en general hay una entrega al poder. Así que no hablemos tan bien de los artistas y los intelectuales. No es la clase que tiene cierta dignidad de clase que no va a negociar. Molière escribió siempre con la aprobación de su rey, y el rey se fue de vacaciones y a Moliere lo metieron en cana.
Entonces, se fue y aprovechó el jefe de policía, porque en las obras siempre hablaba mal de la cana y y si estaba el rey se cagaba de risa. Es un rey que se caga de risa, como el que le tocó a Mozart. Pero están vinculados al poder en general. La habilidad es captar. Mirá el Vaticano. Se afanaron todo lo de los artistas, y eran casi todos ateos los que pintaban la capilla Sixtina.

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